Hoy más que nunca es indispensable la existencia de contrapesos en el ejercicio del poder político, porque obliga a las y los actores a la negociación y a lograr acuerdos, sanos y necesarios en cualquier sistema democrático.
En la coyuntura mexicana, este equilibrio resulta básico para evitar excesos. No se trata de bloquear la implementación de un determinado proyecto de nación, sino de crear condiciones de diálogo y de consenso.
Esa es la gran apuesta de la elección del 2024, que más allá de quien gane la presidencia de México, los resultados electorales permitan la construcción de un sistema que garantice equilibrio.
Necesitamos un Poder Judicial independiente del Ejecutivo, y un Legislativo en donde se privilegie la discusión política y los acuerdos, sin alusión a las malas prácticas políticas, por debajo de la mesa.
Es una aspiración genuinamente democrática que ninguna de las dos coaliciones ni el partido político que contienden logren la presidencia y, además, la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y el Senado.
Entregar esa mayoría en el Congreso a una sola fuerza representa la posibilidad de un cheque en blanco, en un contexto en el que se requieren instituciones públicas que contribuyan a esos contrapesos.
El ejemplo más claro es la disputa por el Poder Judicial, agobiado por la pretensión del presidente Andrés Manuel López Obrador de modificar su estructura porque le incomoda, le molesta el rechazo a sus políticas, programas y obras.
¿No de eso se trata la democracia? ¿No está el Poder Judicial para validar la división respecto del Ejecutivo? La respuesta es que así se cumple con una regla de oro de la vida democrática.
Hay necesidad de perfeccionar el sistema judicial, por supuesto que sí, pero no es sometiéndose al poder presidencial.
Otro gran ejemplo es el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), bajo la mira del grupo gobernante porque es una institución que incomoda.
En seis años ha ordenado abrir documentos, archivos y otros datos, a partir de las acciones ciudadanas, en la observación del desempeño del Gobierno de México; en respuesta, intentaron acallar al organismo, maniatarlo y, quedó en el tintero, su eliminación.
México, con el gobierno de cualquier partido o coalición, requiere instituciones que propicien la auténtica rendición de cuentas y este equilibrio y división de Poderes.
Este espacio no pretende influir en la gente sobre por quién votar el próximo 2 de junio, pero sí explicar que votar por una misma fuerza conlleva un alto riesgo, no necesariamente de autoritarismo, pero por lo menos sí de control político que implica un retroceso.
El llamado al “voto parejo” o al “6 de 6” no es una opción adecuada, tiende a eliminar la existencia de una contraparte y, no regresa a la idea del presidencialismo y del partido hegemónico que se creía superado en México.
En la próxima elección hay que votar por una fuerza para la presidencia y por otra para el Congreso, siempre hay posibilidad de debate y consenso.
CAJA NEGRA
Después de la elección de 1997 se constituyó el primer Congreso sin mayoría para el principal partido político en el poder, entonces aún el PRI, cuando en la presidencia estaba Ernesto Zedillo.
La Cámara de Diputados, particularmente, dejó de ser una oficialía de partes de Los Pinos como ocurrió durante décadas, bajo las órdenes de presidentes como Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas de Gortari.
Escenarios muy diferentes encontraron Fox, Calderón, Peña y ahora López Obrador; hubo dificultades, claro, es parte de buscar consensos, pero garantiza que nadie imponga, abuse del poder o construya un sistema de control.