Unidad y fuerza

No es gratuito que personajes como Olivia Salomón, Sergio salomón Céspedes y José Antonio Martínez, e incluso el senador Alejandro Armenta, acompañaran la movilización bajo la premisa de que, lo importante no era destacar en lo individual sino en grupo, y en respaldo al presidente Andrés Manuel López Obrador y por supuesto, al gobernador Miguel Barbosa.

Hasta el delegado del Bienestar, Rodrigo Abdala, supo identificar la fuerza del movimiento y, por añadidura, se sujetó al liderazgo del mandatario estatal; sabe que pasar la aduana interna de 2024 implica ese reconocimiento –aún cuando existan otros factores en el proceso de definición–.

Es relevante recuperar esta lección política porque, incluso en un escenario de una ventaja cómoda de Morena sobre la oposición, evitar o minimizar las fracturas se reflejará indiscutiblemente en los resultados.

No veo el escenario de una desbandada de morenistas a otras fuerzas políticas. Sí ocurrirán pequeños rompimientos, porque habrá perdedores en la selección de candidaturas, perdedores que tocarán puertas para conservar cotos de poder o disputarlos a quienes los dejaron fuera, pero no en una escala mayor.

En el caso de Puebla hay trabajo político para contrarrestar esa condición. Olivia Salomón, Sergio Salomón Céspedes y José Antonio Martínez han recorrido el estado en unidad, justamente para reducir cualquier riesgo de división o encono; más bien, para detonar esa cohesión como valor partidista.

En el momento de las definiciones, es posible proyectar que las “corcholatas barbosistas” asumirán su papel partidista y democrático y no habrá lugar a rompimientos. Ya identificaron que lo importante es el trabajo en equipo y, lo saben, una ruptura abre la puerta a la oposición.

Además, entienden que la unidad implica también lealtad a la 4T y al gobernador. En Puebla, muy pocos casos en los que hubo confrontación entre un aspirante y el gobernador en turno resultaron en la candidatura del primero.

En 2010, Enrique Doger se enfrentó a Mario Marín y no logró su cometido; sobra decir que el priismo terminó roto y de ahí el resultado que dejó a Javier López Zavala como el primer candidato de ese partido en perder una elección gubernamental en Puebla. En 1998, Melquiades Morales se confrontó con el gobernador Manuel Bartlett, es cierto, pero su fortaleza se debió a la unidad que construyó en su momento con Germán Sierra Sánchez y con Óscar Aguilar González, además de su enorme estructura estatal de operadores. Ahí se construyó unidad, lo que no supo leer Bartlett en su momento.

Claro, son otros tiempos políticos y un partido diferente, con actores distintos, sin perder de vista que la unidad aún representa una fortaleza y si se pierde, una debilidad. Eso lo saben bien.

Claudia Rivera Vivanco sigue sin aportar por la unidad. Su estrategia se concentra en su cercanía con líderes nacionales, particularmente con Mario Delgado, con quien presumió una charla de café.

La ex presidenta municipal juega la real política en las mismas condiciones de cómo lo hizo en el 2021. Hoy el tablero es distinto. Su grupo no posee más el control del partido en la entidad, no cuenta con estructura y sus alianzas no son mejores que las anteriores.

Rivera Vivanco muy lejos de comprender las negociaciones, los grupos y las coaliciones internas que se requieren para encontrar una posición en 2024; ignorar al gobernador Miguel Barbosa, no reconocer su liderazgo político, dar la espalda a esa unidad que se construye en la entidad, la pone en total desventaja.