Una biblioteca en Guadalupe Victoria

Por Sergio Vergara Berdejo

La creación de una nueva biblioteca es siempre un hecho extraordinario, en una época cuya atención se centra en lo inmediato y en lo fácil. Una biblioteca es un esfuerzo que apuesta por el futuro, por la educación y la convivencia. Quien logra sacar adelante el proyecto de una nueva biblioteca cree firmemente que los libros siguen siendo los más completos vehículos, no solo del conocimiento escolarizado, sino también de la felicidad.

Muchas veces se ha dicho que el libro digital llegará a sustituir al libro físico; sin embargo, la naturaleza misma de los lectores y los libros nos obliga a repensar si estos espacios de encuentro —formados por los lazos entre los habitantes de las grandes y las pequeñas comunidades—se pueden sustituir con medios tecnológicos que no están al alcance de toda la población de una comunidad. Los más optimistas creemos que la tecnología no podrá sustituir nunca a la convivencia y la íntima relación entre los lectores y las páginas de un libro en formato físico.

Hoy estamos a punto de abrir un espacio que es en realidad un universo donde confluirán anhelos, búsquedas y preguntas que guiarán a los lectores del municipio de Guadalupe Victoria a establecer una relación con los libros y la lectura mucho más duradera de lo que cualquiera se puede imaginar. Las lecturas trascenderán el tiempo y, a través de las generaciones, sus historias serán parte de un legado: el de la humanidad y su valioso cúmulo de conocimientos, historias y belleza.

La biblioteca de Guadalupe Victoria lleva el nombre de un periodista, poeta y escritor poblano: Mario Alberto Mejía, oriundo de Huauchinango, en la Sierra Norte de Puebla, quien publicó su primer libro de poemas a los 21 años. Heredero intelectual de autores como Juan Bañuelos y Roberto Bolaño, Mario Alberto conoce el poder transformador de la poesía como una forma de reinventar el mundo. Sus libros y su empeño cotidiano por transmitir historias nacidas a veces de la más cruda realidad, nos recuerdan que es en la palabra donde la memoria se vuelve una promesa siempre presente y al alcance de quienes transitan por los pasillos de las bibliotecas como la que inauguramos.

De esta manera se unen dos vocaciones: la de un escritor y periodista cuyas historias se vinculan con la difícil tarea de contar la realidad, y contribuir así al crecimiento de su estado y de su tiempo, y la de esa biblioteca, nuevo reservorio de saberes y de asombros.