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Teleñeco que no sabe ofender, es un pobre teleñeco

Teleñeco que no sabe ofender, es un pobre teleñeco

Columnas jueves 28 de mayo de 2020 - 18:54

La televisión mexicana fue y será una porquería, como dice el tango.

Los programas por internet sólo son exitosos (si decir éxito es que te vean miles de incautos) cuando los conduce un influencer o un cómico venido a más o un morboso amarillista.

Las redes sociales, ya lo afirmó Umberto Eco (a quien matan cada año los despistados del Facebook) es una legión de idiotas.

Nuestros políticos son protozoarios grandilocuentes e inoperantes.

Los conductores de noticias son ágrafos funcionales con un pobre manejo del lenguaje, diletantes y pendencieros.

Todos los que tenemos contacto con los anteriores no somos sus víctimas, sino parte del sistema que los ha puesto y los mantiene ahí parasitando.

El gobernador de mi estado no es mi personaje favorito; realmente ningún político mexicano lo es, sin embargo, la forma en la que el sedicente periodista, Paco Zea, arremetió contra él tanto en redes como en su columna, me pareció un espectáculo lamentable. Un desplegado de mal gusto y vulgaridad.

Queda claro que aquel que bailaba cachondamente frente a un espejo mientras daba la noticia del atentado a la familia Le Barón hace unos meses, carece de alguna enzima cerebral y tiene muy poco roce con la lectura (presume de ser buen lector), pues es leyendo cuando se aprende el arte de la proferir ofensas sin salpicarnos de nuestro propio estiércol.

Todos tenemos derecho a criticar, incluso a incomodar y hasta a ofender. El arte, por ejemplo, es uno de los mejores vehículos para levantar un ámpula y hacerla supurar hasta la agonía, pero personajes como Zea son el botón de muestra de que en México ha permeado más el mal humor negro de las películas de ficheras y la Familia Peluche, que la fina daga con la que cortaban las palabras de Novo, Monsiváis y Jorge Ibargüengoitia.

¿Qué quiere demostrar este teleñeco?

Se asume como muy machito, como valiente, como provocador.

Los machos bien machos no tiemblan a la hora de lanzar un duelo. No tienen que ir leyendo un guión en teleprompter, no titubean, y sobre todo, no se denigran al denigrar al otro por un problema físico o de salud.

Un provocador no recurre al diccionario de la RAE para traducir y darle sentido a una réplica.

Un provocador cuenta con la suficiente retórica antes de echar mano de la grosería.

Lo malo es que el citado periodista vive en un país acostumbrado a que la bravuconería está por encima de la inteligencia.

Los debates son de un nivel de central de abasto, incluyendo por supuesto, a muchos personajes de MORENA, como Fernández Noroña: otro sacalepunta sin forma ni fondo.

Esto no es asunto de si uno es mercenario de la derecha o el contrario sea un prócer de izquierda. Es un tema de sensibilidad y pulso.

Se puede desarmar a alguien con un toque de dedos, con un monosílabo.

Francisco Zea es uno de los tantos merolicos que hieden a autoridad moral, pero que están más vanos de una nuez de Castilla en primavera.

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/CR

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