A lo largo de mi vida, he aprendido que los proyectos que emprendemos son un reflejo de quiénes somos, de nuestras luchas, aprendizajes y sueños. Hoy quiero compartir cómo estos proyectos son más que metas; son espejos que nos revelan nuestra esencia y nos permiten conectar con los demás.
En el tiempo que llevo reflexionando sobre mis proyectos y aprendiendo de quienes me rodean, he entendido que cada uno de nosotros tiene un propósito único. En mi caso, he aprendido que mis proyectos tienen raíces profundas en mis valores: la familia, el amor por el aprendizaje, la conexión emocional, y el deseo de inspirar. Mis conversaciones y experiencias recientes me han mostrado que mi enfoque no solo es construir, sino también transformar. Ya sea a través de un libro que busca tocar corazones, un programa de radio que despierta mentes, o mi columna en este periódico… cada proyecto refleja la intención de dejar algo valioso para los demás, pero que siempre tiene la intención de contribuir y generar pensamiento crítico.
Un proyecto con propósito nace de la claridad interna. No se trata solo de lograr objetivos, sino de preguntarte: ¿Qué impacto quiero dejar? ¿Qué historia quiero contar? Por ejemplo, mi libro sobre la muerte de mi hijo no solo buscó sanar mi propio dolor, sino abrir un espacio de empatía para otros, un escrito que busca acompañar, cuando más nos duele el alma. Mi programa de radio, “La Habladuría,” busca generar conciencia, cuestionar paradigmas y sembrar curiosidad. En ambos casos, la clave ha sido alinear mi propósito personal con las acciones que emprendo.
De mis proyectos y los de quienes me inspiran, he aprendido que no se trata de tener todas las respuestas antes de empezar. Se trata de avanzar, aprender y evolucionar. Es un camino lleno de dudas, pero también de gratitud hacia mis experiencias de vida y a mi red de apoyo… a mi tribu, a mi comunidad, a este periódico, gracias Paty, gracias Toño. He entendido que cada paso, incluso los que parecen pequeños o insignificantes, suma a algo más grande. Pero, sobre todo, he aprendido que los proyectos con impacto nacen del corazón, no del ego.
Es por ello que hoy te invito a reflexionar y te hagas las siguientes preguntas: ¿Qué proyectos estás construyendo? ¿Qué propósito los impulsa? ¿Cuál es tu GRAN POR QUÉ?, como diría el Dr. Re David. Y es que no importa si es una gran obra o un simple acto cotidiano. Lo importante es que lo que hagamos sea auténtico, congruente con nuestros valores, que sepamos qué nos inspira, nos motiva y, sobre todo, desde mi puto de vista, que tenga el poder de conectar, servir y transformar, aunque sea a una sola persona. Porque al final, no se trata de cuántos proyectos logremos, sino de cuánto amor pongamos en ellos.
Feliz Año 2025.