Desde su fundación el partido local Pactos Social de Integración (PSI) operó con un claro propósito, construir una estructura política alterna a quien ejercía la hegemonía en la entidad.
Previo a la alternancia política, la primera en Puebla, Carlos Navarro Corro venía operando proyectos políticos de la mano de Javier López Zavala.
El malogrado candidato a la gubernatura por el PRI negó mil veces su padrinazgo político.
Navarro Corro igualmente rechazó nexos con el priista, pese a cientos de señales políticas que los exhibieron.
No obstante, en el 2012 ya en pleno sexenio de Rafael Moreno Valle, es que PSI consigue su registro como partido político local.
Sin embargo, el partido y sus dirigentes cambiaron de bando.
El proyecto sirvió para lo que se pensó: un partido satélite para operar poder político en una región y, al mismo tiempo, generar percepción de adhesión ante las y los electores.
Desde entonces acompañaron en coalición al PAN, PRD, Convergencia —hoy Movimiento Ciudadano— y Nueva Alianza.
Después habría modificaciones en los partidos participantes de esa alianza, pero la organización local encontró su sitio.
De ese se benefició Carlos Navarro y su hija, Nadia, quien en una meteórica carrera política ya ha sido senadora de la República y diputada federal.
La propia Nadia anunció públicamente la intención de romper la coalición con el PAN y el PRI en las elecciones.
No es de su interés acompañar al priismo, cada vez más descompuesto, sin cuadros de relevancia y talento político.
Tampoco quieren permanecer junto al PAN, donde la disputa por los espacios de poder se acentúa: unos controlan la dirección del partido y otros ocupan puestos de representación popular.
El cálculo político de la diputada Navarro consiste en reforzar la presencia de PSI en su zona de influencia, de Tecamachalco a Palmar de Bravo —muy similar al perímetro que hoy se conoce como el “Triángulo Rojo”— y de ahí garantizar su supervivencia.
Falta mucho tiempo para los próximos comicios constitucionales, pero desmarcarse ahora del panismo y del priismo, particularmente de los primeros, supone un posible cambio de rumbo.
Desde 2024 Morena coqueteó con el PSI para incorporarlo a su coalición.
Entonces la dirección del partido resistió y mantuvo el acuerdo político con Acción Nacional y pese a la derrota, conservaron el registro luego de las elecciones.
Para 2027 el panorama es sumamente complejo.
Nada garantiza la permanencia en el ámbito partidista si sus dos principales aliados parecen desorientados.
Al interior de PSI corren los vientos de cambio a la izquierda y con predilección al color guinda.
El punto de interés será conocer qué puede poner sobre la mesa de negociación este partido que gobierno 11 ayuntamientos de 217 que conforman el mapa político de la entidad.
Si la organización decide no ir a las elecciones extraordinarias en Ayotoxco de Guerrero, Chignahuapan, Venustiano Carranza y Xiutetelco, no pierde, si su finalidad es reacomodar sus intereses.
Los años 2025 y 2026 serán de análisis político, observación, encuentros con liderazgos y las definiciones al inicio del 2027. Prepárense.
CAJA NEGRA
De acuerdo con los datos electorales, PSI no es precisamente una fuerza política que aporte. Basta con analizar las cifras.
En 2013, su primera elección de ayuntamientos alcanzó un 5.2 por ciento de los votos.
Para 2018 llegó a 3.54 por ciento, una caída de poco más de dos puntos porcentuales.
Y en la última contienda recibió el 3.09 por ciento, para salvar el registro.
Aun así, los Navarro han sabido negociar y ofrecer el capital político del partido.