La política migratoria de Donald Trump, caracterizada por su dureza y retórica de división, ha desatado una ola de protestas masivas en la última semana en importantes ciudades de los Estados Unidos, donde cientos de miles de personas se manifestaron bajo el lema “No kings day” –sin reyes– contra lo que perciben como un autoritarismo naciente. Estas movilizaciones, que incluyeron críticas a las “deportaciones ilegales” y la militarización de la respuesta migratoria, reflejan un rechazo a medidas como el envío de 4 mil miembros de la Guardia Nacional y 700 marines a Los Ángeles, en contra de la voluntad de las autoridades locales. Esta estrategia tiene implicaciones para la popularidad de Trump y las elecciones intermedias del próximo año.
Por un lado, la política migratoria de Trump, centrada en la represión y el discurso antiinmigrante, consolida su base de apoyo entre los votantes republicanos que priorizan la seguridad fronteriza. Su enfoque, que incluye redadas y deportaciones masivas y una retórica que equipara la inmigración con el crimen, resuena con sectores que ven en él una figura dispuesta a “restaurar el orden”. Este respaldo es crucial para mantener el control republicano en el Congreso durante las elecciones intermedias, donde la movilización de su base será clave.
Sin embargo, las consecuencias de estas políticas también alimentan una oposición. Las protestas en ciudades como Nueva York, Los Ángeles y Filadelfia, marcadas por lemas como “Alto a la ‘Putinización’ de Estados Unidos”, muestran una sociedad fracturada. La presencia de figuras públicas del medio artístico amplifica el mensaje de resistencia, atrayendo a votantes demócratas y jóvenes que podrían inclinar la balanza en distritos clave. Además, incidentes como el uso de gases lacrimógenos en Los Ángeles donde incluso se vio cómo le dispararon una bala de goma a una reportera europea, refuerzan la percepción de un gobierno represivo.
En términos electorales, la estrategia migratoria de Trump es un riesgo. Si bien puede empatizar con su base, también moviliza a la oposición, aumentando la participación demócrata en las urnas. En un contexto donde el control del Congreso está en juego, esta polarización podría costarle escaños en áreas suburbanas, donde los votantes tienden a rechazar la narrativa extremista. A largo plazo, la imagen de un Trump “rey” podría afectar su capital político. Como se vio en la celebración del 250 aniversario del ejército que coincidió con el cumpleaños de Trump, que se vio desangelado sin comparación a las paradas militares en Rusia o Corea del Norte. En conclusión, Trump pretende ganar las intermedias imponiendo el orden creando el caos.