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Los Héroes Están Cansados

Los Héroes Están Cansados

Columnas martes 19 de octubre de 2021 - 18:15

César Addi, héroe moral de Rodrigo Abdala, perteneció en sus tiempos de estudiante al grupo de Guillermo Nares (ese gran porro sentimental de la BUAP).

Hoy, quién lo dijera, está en la nómina del secretario de Organización de Morena, Aristoteles Belmont, un porro en decadencia que apenas conoce la o por lo redondo.
¿C;omo lleg;o ahí?

Gracias a la recomendación de Abdala.

Addi y los otros parias del ex delegado de Bienestar viven de la ubre morenista desde una casa que es propiedad de Manuel Bartlett, ubicada en la 3 sur y 7 poniente, en el Centro Histórico de Puebla.

Por cierto:
Quien de la noche a la mañana se convirtió en la delegada federal de la SEP es Jana Meza, muy cercana al subsecretario de Educación Superior Luciano Concheiro.

Los viejos luchadores comunistas hoy están en el gobierno.



Hace trece años murió mi madre.

En un poema publicado en Ictus (Destraza Editores, Puebla, 2019) hice el retrato de su muerte.

Sea generoso el lector.



Una Ausencia. Mi madre murió un día que Dios estaba ciego.

Fue una muerte fulminante.

Ella dormía después de haber comido.

Mi padre veía televisión.

Despertó sobresaltada, presa de vómitos y mareos.

Quiso hablar, pero no pudo.

Una voz diferente la asaltaba.

Una voz gutural, difusa.

La voz de los que están muriendo.

A trescientos kilómetros de distancia la escuché.

“Aguanta, mamá”, le dije.

No pudo.

Iba en tránsito a su muerte cuando habló conmigo.

Mi padre se quebró en esos momentos.

Quiso aguantar.

Tarea imposible.

Cuando llegué a su casa ya era un saco de papas que se caían en el abrazo.

No dejaba de llorar.

Estaba solo, a oscuras, encerrado en el cuarto donde durmieron muchos años.

También su voz era distinta.

Su cuerpo había perdido peso y estatura.

En menos de dos horas envejeció una docena de años.
(…)

Mi madre murió una noche de lunes.

A la hora en que las familias se van a la cama.

A la hora de las telenovelas.

Mi madre murió durante el sueño o despertó para morir.

Unos minutos bastaron.

Dormía en un sillón de la sala.

El sillón de sus siestas cotidianas.

Ella que todo lo sabía no supo que había muerto.




Anuncio. Esta columna tomará un receso debido a la vacación de su autor.

Volverá a aparecer el 4 de noviembre.

Mil gracias.


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/CR

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