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Las Cinco Guerras de Miguel Barbosa

Las Cinco Guerras de Miguel Barbosa

Ciudades domingo 02 de agosto de 2020 - 23:57

Por Mario Alberto Mejía

Miguel Barbosa Huerta viene de cuatro guerras.


La primera la enfrentó en 2013.

Fue una guerra por motivos de salud.

Una sepsis lo llevó a una crisis de tal naturaleza que perdió una de sus extremidades.

La siguiente llegó en 2014, cuando mediante una brutal estrategia se hizo de la Presidencia de la Mesa Directiva del Senado de la República.

La tercera apareció en 2018, y tuvo como rival a Rafael Moreno Valle, el ex gobernador que como operador electoral recurrió a todo para quitarle la gubernatura.

La cuarta tuvo lugar en 2019. Fue una guerra menos intensa que las otras pero igualmente trascendente, pues gracias a ella se convirtió en gobernador del estado de Puebla.

Hoy enfrenta una quinta guerra contra la inseguridad, el coronavirus y los privilegios que mantuvieron varios gobiernos estatales de 2011 a 2018.

Algo ha quedado claro en este primer año de gobierno: Miguel Barbosa busca pasar a la historia como el mejor gobernador de Puebla.

El gobernador que desmontó un modelo de negocios camuflado en gobierno.

El gobernador que acabó con las alianzas entre el crimen organizado y diversas autoridades.

El gobernador que enfrentó al coronavirus a contrapelo de los volubles lineamientos de la Secretaría de Salud federal.

El gobernador que está cambiando un régimen con todo lo que ello implica.

Sus enemigos lo han enfermado varias veces haciendo correr la voz de que fue hospitalizado de emergencia.

La mentira cae tan pronto como el gobernador aparece públicamente.

Y lo hace de lunes a viernes en una rueda de prensa que ha servido para confirmar su estilo personal de gobernar.

Un estilo marcado por la ironía, el dato preciso, la llamada de atención y la inteligencia para marcar la línea y corregir errores.

Sus contrincantes no saben cómo enfrentarlo, por eso recurren a las noticias fake y a dimensionar algunos de sus dichos.

Lo peor para ellos es que el gobernador goza de cabal salud y una voluntad de gobierno pocas veces vista.

Son memorables las acciones que ha tomado en materia de seguridad pública.

El estado —y lo ha reconocido la Secretaria de la Defensa Nacional— bajó los índices de inseguridad en menos de un año a niveles inimaginables.

Sobra decirlo: desmanteló a las bandas —barriendo de arriba para abajo—, rompió los nexos con las policías municipales, y generó una nueva política en ese rubro.

Para lograrlo, metió a la cárcel a un alcalde, evidenció públicamente a una alcaldesa y ordenó auditorías que pronto darán luces sobre los múltiples contubernios del pasado reciente.

El gobernador tiene prisa.

(Los negocios del pasado se acabaron).

Y en esa prisa cabe la prudencia.

No es un improvisado que llegó a la política.

En su currículum destaca que fue el diputado federal que más iniciativas presentó entre 2000 y 2003.

Ya en el Senado, se convirtió en líder de la bancada perredista y desde esa posición se opuso, entre otras, a la muy polémica Reforma Energética.

Tras un ajedrez puntual, fue elegido presidente de la Mesa Directiva.

Y ahí se movió como un tiburón en aguas turbulentas.

Supo que para hacer política hay que prepararse impecablemente bien.

Su pasión por la historia de México le ha servido de brújula en momentos cruciales.

Cuando se sumó a López Obrador generó un cisma en el Senado, pues con una buena parte de su bancada migró a las aguas morenistas.

Con ese fogueo a cuestas hoy gobierna Puebla.

Y más:

Con esa convicción de desmontar un plan de negocios y convertirse en el mejor gobernador del estado.

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HG/CR

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