Decimos "soy libre" como quien dice "todo bien", sin detenernos a mirar qué hay debajo. Pero la verdadera libertad no siempre es cómoda. A veces, de hecho, es bastante incómoda. Y otras… duele.
Y es que una cosa es tener opciones, y otra muy distinta es tener la capacidad de elegir… darnos cuenta si somos libres o si sólo vivimos en una “jaula” bien decorada.
Hay jaulas que no tienen barrotes, pero están hechas de deudas, de culpas, de silencios que tragamos, de rutinas que no elegimos, de frustración. Jaulas con WiFi que contienen frases inspiradoras y fotos en redes con sonrisas automáticas y falsas. Y ahí vamos, sobreviviendo, creyendo que elegimos nuestra vida, cuando muchas veces solo repetimos lo que nos dijeron que "debía ser".
La libertad financiera no se trata de cuánto ganas, sino de si puedes decir que no sin que se te desmorone la vida. Piensa por un momento si eres libre cuando aceptamos trabajos que odiamos solo porque no hay de otra, o cuántas veces no podemos dormir en paz pensando en cómo vamos a pagar todo lo que debemos.
La libertad emocional tampoco es hacer lo que queramos. Es estar en paz con quien eres, aunque eso signifique soltar vínculos que ya no suman. ¿Sigues ahí por amor o por costumbre? ¿Te da culpa poner límites? ¿Te quedas para no incomodar? A veces el verdadero acto de amor es cerrar la puerta, no dejarla entreabierta esperando que cambie lo que ya no va a cambiar.
Y la libertad mental, esa que tanto se presume, no se trata de opinar fuerte, sino de pensar profundo. ¿Tus ideas son tuyas o heredadas? ¿Hace cuánto no cambias de opinión sobre algo que jurabas incuestionable? Ser libre también es sentirte confundido, dudar de ti, soltar certezas que ya no encajan.
La libertad no es una meta. Es una práctica DIARIA. Una que exige conciencia, coraje y mucha incomodidad.
Y no, no se trata de vivir sin reglas ni hacer lo que se te da la gana. Se trata de saber qué reglas eliges, qué historias ya no repites y qué silencios decides romper.
Hoy te invito a preguntarte con total honestidad, dónde no eres tan libre como pensabas. ¿En qué parte de tu vida estás sobreviviendo en automático, maquillando la jaula para no tener que salir de ella?
Porque la libertad primero duele. Pero después… libera.
Así que esta columna es una invitación a que volvamos a casa, a buscar nuestras respuestas internas, aquellas que nos regresan a conectarnos con nosotros mismos… mientras estamos vivos.