México arrancó la segunda quincena de 2021 con 98 mil 554 casos activos de Covid-19 oficialmente reconocidos; una tasa de positividad sostenida por cuatro semanas equivalente al 43.99 por ciento; una letalidad acumulada del 8.56 por ciento; así como una campaña nacional de vacunación que, a casi un mes de haber entrado en operaciones, está haciendo el ridículo inmunizando a medias al 0.39 por ciento de la población. Dicho de manera simple: este país se ha convertido en una jungla, seguramente lo era desde hace mucho, lo único novedoso está en que el manejo sanitario convirtió el “despeñadero” que había que combatir en el descaro de un hecho permanente.
Ni un solo resquicio de estado de excepción o de rescate financiero por ningún sitio; “está prohibido prohibir”, o lo que es lo mismo: el gobierno no se atreve a gobernar. Por el contrario, lo que sí existe es una curiosa mezcla de indolencia social y irresponsabilidad oficial: en plena pandemia López Obrador abre frentes contra el INE, contra los organismos autónomos y contra “los conservadores” de costumbre mientras la saturación de hospitales ya desborda las fronteras del Valle de México convirtiendo la escasez de tanques de oxígeno, de personal y de medicamentos, así como del “atiéndete –entiéndase: muérete- en casa” en la cruda realidad para 39 mil 767 mexicanos contagiados de Covid-19 en el lapso récord del pasado fin de semana.
El hecho no parece importarle a miles de familias que van juntas al supermercado y a los parques públicos los fines de semana; a cientos de jóvenes –y no tan jóvenes- que no pierden al oportunidad de treparse a un avión para vacacionar en un destino playero o de plano, si la beca de “jóvenes construyendo el futuro” no da para tanto, escaparse al toquín más exclusivo de la colonia; por no hablar de las decenas de compatriotas que bajo el pretexto de “estar en forma” se juntan para una cascarita al calor de la inmunidad de las caguamas. Y, sin embargo, a pesar de que los mexicanos se están muriendo en cantidades industriales -141 mil 248 defunciones reconocidas en lo que va de la pandemia- al tambor batiente de los cacerolazos personal restaurantero piden a gritos regresar a sus actividades perfectamente conscientes del riesgo que implica para ellos y sus familias: “abrir o morir” es la consigna de trabajadores arrojados a su suerte, en absoluta orfandad gubernamental; la emergencia, increíblemente, no es muy distinta para sus opuestos inmediatos: tianguistas y vendedores informales que, antes y después del primer contagio de Covid-19, “salir o morir” tan sólo ha sido el signo de su irremediable supervivencia.
P.d. Si todo lo anterior no fuera lo suficientemente grotesco, y quizá para que los pobres de Calcuta tengan acceso a la vacuna: las embarcaciones de Pfizer que estaba programadas para este martes llegaron con una reducción del 50 por ciento. La madre Teresa estaría orgullosa de la 4T: “hay que dar hasta que duela”.