La BUAP en la pandemia

Después 20 meses de crisis sanitaria, la pandemia desatada por el Covid-19 finalmente está controlada en México. ¿Fue gracias a la responsabilidad del comportamiento social en los espacios públicos y comerciales? ¿Se debió a las bondades preventivas del semáforo epidemiológico nacional? ¿Acaso fueron los decretos que colocaron tiempo y límite a la actividad industrial y productiva? ¿O quizásea producto de las formidables declaraciones del Dr. Muerte, más cercanas a las de un vulgar carnicero que a las de un epidemiólogo de respeto? Desde luego la variable significativa que explica el descenso sostenido en la curva de contagios está muy lejos de toda esa parafernalia; se debe a un único factor: al avance de la Campaña Nacional de Vacunación, la única estrategia responsable “detrás del milagro” de acercar la inmunización que ofrece la ciencia a los brazos de 51 millones 521 mil 552 mexicanas y mexicanos con el esquema completo de vacunación.

Frente a la contundente tragedia que nos ha costado en México 284 mil 477 defunciones -en cifras oficiales- asociadas a Covid-19; me parece que tendríamos que hacer mejores preguntas que las anteriores: ¿los diferentes órdenes de gobierno habrán aprendido la lección de los jóvenes poblanos, ansiosos por accedera su primera dosis después de una infame y negligente espera de al menos tres meses en comparación con otros municipios que ni de cerca contaban con la misma incidencia infecciosa? No es obra de la casualidad que el comportamiento de la chaviza abarrotando centros de vacunación sea prácticamente la mismo que hoy sostienen la UNAM, el Politécnico Nacional, la BUAP y las grandes universidades públicas del país. A propósito, en mi columna de Diario ContraRéplica del pasado 25 de agosto le comentaba lo siguiente:

“Es sorprendente como una reliquia de la Edad Media sobrevivió intacta a todas las pandemias del último milenio, menos al Covid-19; en definitiva el claustro que conocíamos no regresará jamás. Así México confirme mil contagios de coronavirus en sólo 24 horas, ¿qué institución seria de educación superior se atrevería a concentrar 50 mil o más estudiantes en unas pocas hectáreas? A esta altura valdría la pena hacerse la pregunta que más merece ser pensada: ¿cuál es la lección detrás del resguardo de las Universidades? Colocar a la ciencia sobre la política y nunca a la inversa. ¿Qué otra enseñanza podrían legarle a la humanidad?”

Sin arriesgar absolutamente a nadie los miembros de la Comisión Institucional para el Seguimiento y Evaluación para la Pandemia, y la doctora María Lilia Cedillo Ramírez, Rectora de la BUAP, decidieron que del 19 al 31 de octubre “cada unidad académica que imparte programas en los niveles de licenciatura y de posgrado realizará un análisis de la situación de cada laboratorio y/o clínica y determinará cuántos alumnos pueden ingresar de manera segura, bajo el esquema de una semana de trabajo y dos de descanso, cumpliendo con los protocolos de seguridad”. ¿Cuántas muertes, cuántos contagios se hubieran evitado, si los diferentes órdenes de gobierno hubieran mostrado la misma responsabilidad y cautela de la BUAP frente a la amenaza que aún implica el Covid-19?