Puebla
A los años se convirtió en tutora de sus siete hermanos y en heredera del zoológico más grande de América Latina. Falleció el jueves, de un derrame cerebral.
Por Mario Galeana
Creció entre animales silvestres. Veía la televisión recargada sobre la panza de Rajah, un tigre de 250 kilos, y caminaba por los pasillos de su casa cargando en brazos a un pequeño chimpancé.
A los 17 años heredó un zoológico al que convirtió en el más importante de América Latina. Se casó dos veces, crió a tres hijos, fue funcionaria unos meses y murió la noche del 24 de junio de 2020 a causa de un derrame cerebral.
Era Amy Louise Camacho Wardle, la guardiana de Africam Safari, la heredera del capitán Carlos Camacho Espíritu, la líder de la tribu. Y ahora un réquiem suena sobre la sabana de Valsequillo.
EL ORIGEN DE LA GUARDIANA
Sus padres se conocieron en Los Ángeles, California. Él nació en Acatzingo, era hijo de un zapatero, migrante desde los 16 años, productor de cine, actor, conductor de radio, piloto, un tipo visionario. Ella era americana, políglota, una estudiante que quería aprender su quinto idioma: el español.
Carlos Camacho y Louise Wardle se conocieron a las afueras de la estación de radio en la que él solía trabajar.Hacía un programa dedicado exclusivamente para migrantes, y eso fue lo que a ella lo atrajo.
El flechazo del encuentro, tendido por varias cartas enviadas durante algunos meses, fue instantáneo. Se casaron y tuvieron ocho hijos a los que nombraron por índice alfabético: Amy, Bianca, Carolina, Dayami, Erika, Frank, Gregory y Honorine.
La familia Camacho Wardle se estableció en Valsequillo en 1968, cuando Amy tenía cinco años. Y allí comenzó la visión del capitán.
Primero recibió como regalo un tigre, pero poco después fueron sumándose otros animales. Aquello se convirtió en una colección privada de animales silvestres que lentamente fue haciéndose popular entre las familias de Puebla.
La idea del primer safari y zoológico de América Latina quedó constituida en 1972, con el nacimiento de Africam Safari.
Pero Carlos Camacho sólo disfrutó su creación cuatro años. Una tarde, después de que una familia descendió de su vehículo en una zona prohibida y fue cercada por un tigre, el capitán intervino y fue herido por el animal.
Murió cinco días después, el 28 de octubre de 1976, no a causa de la herida en sí misma, sino por el mal tratamiento de ésta, que derivó en una septicemia.
¿Cómo no odiar a los animales después de ello? Amy simplemente no pudo. Ni ella, ni su madre, ni sus hermanos.
Porque el amor por cada uno de ellos era algo muy hondo. Lo que no podía dejar de sentir era la tristeza de saber la muerte de un hombre que aún guardaba tantas cosas para ofrecer. Amy no vio a su padre con vida mientras estaba hospitalizado, porque se encontraba estudiando en Estados Unidos.
Volvió a México para apoyar a su madre con la administración del zoológico, pero en 1978 le diagnosticaron cáncer en el cerebro y, dos años más tarde, falleció a causa de ello.
Y así, a los 17 años, Amy se convirtió en la mayor de ocho, en la propietaria de un safari, en la heredera.
UNA VIDA DEDICADA A LA VIDA
Fue precisamente en esos años en que los ocho hermanos se convirtieron en un grupo unido, como si se tratara de “los gajos de una trenza”, como los definió la escritora Verónica Mastretta.
Tener 17 años no fue un problema para Amy. La juventud la hacía creerse capaz de todo. “No sabes que no puedes, y si no sabes que no puedes, entonces puedes”, le dijo a Mary Loli Pellón, conductora de Televisa, en una entrevista ofrecida en 2015.
Al cumplir 19 años se casó y tuvo dos hijos, aunque después se divorció y volvió a casarse para tener una tercera hija.
Las dos familias se hicieron muy unidas, formaron un clan que algunos les resultaba extraño, pero Amy no quería que sus hijos y sus nietos perdieran posibilidad alguna de amor y de seguridad.
El zoológico, mientras tanto, siguió creciendo. Reunió a más de 2 mil 500 animales de 300 especies de todo el mundo, se convirtió en la primera institución en conseguir la reproducción del águila real, y logró trasladar a nueve elefantes de África, en un viaje de 40 horas.
Amy se convirtió en asidua promotora de la sustentabilidad, y así, en 2012, llegó al gabinete de Rafael Moreno Valle como secretaria de Medio Ambiente.
Él la buscó para obtener ciertas ideas para su modelo de gobierno y para abrirle paso con empresarios que tradicionalmente se oponían al panismo.
Sin embargo, su estadía en el gabinete duró sólo algunos meses, pues en octubre renunció al cargo, en medio de especulaciones sobre diferencias políticas entre ambos.
En lo público, tanto el gobierno del estado como Amy aseguraron que su renuncia se debía a que ella estaba enfocada en una inversión de 10 millones de dólares en Chile, para abrir una segunda sede de Africam Safari.
La vida de Amy transcurría normal, con los ojos oliva entornados mientras en su cabeza se sucedían imágenes de jirafas que pastaban, leones solazándose, rinocerontes chapoteando en el fango.
Hasta que, en agosto del año pasado, sus familiares dieron a conocer que se encontraba a la espera de un trasplante de hígado tras una extraña enfermedad contraída durante un viaje al Amazonas. Sobrellevó la enfermedad hasta el viernes 19 de junio, cuando su familia solicitó donadores de sangre y plaquetas tipo A+ para una intervención de la que parecía haber salido bien.
Pero la noche del 24 de junio sufrió un derrame cerebral.
Y su vida, dedicada a la vida, llegó a su fin.