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En la Bragueta del Monstruo

En la Bragueta del Monstruo

Columnas jueves 22 de abril de 2021 - 18:31

¿Qué lleva a un señor casado, con hijos, con fama de decente, con curul en el Congreso federal, qué lo lleva a tomar prestado a un niño de 15 años y toquetearlo, en pelotas, luego de haberlo drogado y metido a la habitación de un hotel en la colonia Juárez de la Ciudad de México?

¿Qué lleva a ese señor diputado —en campaña por la reelección— a jalar el WC y ver cómo se lleva un remolino de agua la decencia, la curul, la campaña, la vida familiar, y todas esas cosas que por fin le habían hecho la vida llevadera?

El caso del diputado Saúl Huerta es indefendible, pese a que en las redes hay voces ligadas a un partido confesional y retrógrada —el PES— que salieron en su defensa al tiempo de descalificar a quienes hacían leña del monstruo caído.

¿Qué lleva, pues, a un señor de la 4T a bajarse la bragueta y convertirse en monstruo?

La respuesta en éste y otros casos es sencilla: el poder.

Si este paria no hubiese sido diputado y, en consecuencia, no hubiese ganado la exorbitante dieta de diputado federal, seguramente el ataque sexual al niño no habría ocurrido.

Tuvieron que alinearse esos astros para que de la bragueta de un hombre decente saliera un monstruo desconocido que es capaz de engañar, drogar y tratar de que vuelva ese veneno llamado sexo, que es, en esencia, una forma brutal de poder.

Pero en esta trama participa también la madre del menor, quien en una conversación telefónica lamenta haberle prestado a nuestro personaje a su hijo de 15 años.

Clávese el hipócrita lector en el verbo prestar.

Se presta, sí, un auto, una bicicleta, un libro.

Prestar a un hijo es tan anormal como lo que hizo el diputado.

“No me destruyan”, ruega éste.

Y lo hace sabiéndose destruido.

Su voz implorante no sólo habla de un estado de ánimo: habla, también, de una destrucción en la que cabe una vieja práctica muy mexicana: el soborno.

Sobornar para solucionar las consecuencias del prestamito.

Hoy por hoy, al ser exhibido en sendas grabaciones por el niño y la madre de éste, el diputado ha perdido todo.

Incluso la autoestima.

Adiós a la curul, adiós a la campaña, adiós a la familia, adiós a esa forma de vida que rimaba con la palabra status.

Nunca más la vida pública.

Bienvenido a la pesadilla en la que habita otro monstruo desaparecido: Andrés Roemer.

Cosa curiosa:

Según los testimonios de las víctimas, Roemer salía en bata a corretear a las niñas.

El diputado, en cambio, salió en pelotas.

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/CR

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