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El Diario de una depresión

El Diario de una depresión

Columnas domingo 16 de mayo de 2021 - 23:08

Korina Zitlali es una mujer decidida a sembrar en otras mujeres el ánimo por vivir sin culpas, resentimientos y pensamientos negativos al aceptar que el sueño de la maternidad no siempre es una etapa rosa. Por eso decidí cederle este espacio para que en sus propias palabras compartiera su historia en primera persona:

Desde niña soñé con ser la mejor periodista y dar noticias en televisión, radio o en un impreso.

A los 17 años cambié de residencia y elegí Puebla para estudiar la universidad. Jamás imaginé lo que se me venía, la depresión no era parte de mi vocabulario. Me gradué y ya estaba trabajando en una dependencia gubernamental. Todo iba perfecto.

Al cumplir los 29 años encontré al amor de mi vida y me casé, fue una boda tan hermosa a la orilla del mar en un pequeño pueblo chiapaneco tal y como la imaginé desde la adolescencia.

El doctor me dijo que sólo podía usar preservativo (condón) por las condiciones de circulación sanguínea en mis venas. Así que, ahí empezó la preocupación para evitar un embarazo. Sin embargo, justo al año de casada esperaba a mi bebé y el mundo se me vino encima.

No fue la mejor noticia de mi vida. Durante esos tres meses los pensamientos llegaban cual tiroteo de arma de fuego en pleno enfrentamiento ¿Qué voy hacer? ¡No podré seguir trabajando! ¡No voy a poder cuidar a otra persona!

¿Quién imaginaría que mis sentimientos serían tan negativos hacia ese bebé indefenso y anhelado por su papá y sus abuelos, pero menos por su progenitora?

Aquí empezó el diario de una depresión postparto que duró medio año. Cada despertar miraba las filosas espadas del sol por mi ventana y cada noche la luna insípida escasa de colores que permitieran dar alegría y entusiasmo de vivir. Sentía que no lo iba a lograr y que en cualquier momento mi vida quedaría eternamente atrapada en un pozo oscuro y profundo. Pero, ese día, amamanté a mi bebé y la misericordia de la divinidad tocó a mi puerta.

Esa noche fui tan feliz que los campos áridos de Cuantinchan florecieron en plena sequía. Mis ojos brillaron y parecía que todo había terminado. Después de un mes, logré conciliar el sueño y recobrar fuerzas.

Pero el ansiolítico no era suficiente para producir en mi cerebro melatonina y endorfinas, así que gracias a Dios y a mi marido que se abrió tiempo para cuidar de mí y de nuestro hijo logré caminar hacia adelante.

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/CR

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