De vuelta a la esquina rota

“Para nadie es un secreto que Morena no es un partido típicamente institucionalizado. El instituto político que creó López Obrador a su imagen y semejanza no es un movimiento, más bien es una confederación de coaliciones con intereses irreconciliables entre sí que poco a poco irán perdiendo el único resquicio de unidad que poseen: su la lealtad ciega al presidente de la República. Hoy la 4T atraviesa la mayor crisis de legitimidad del sexenio, y francamente no hubo estrategia de contención frente al escándalo de la Mansión del Bienestar; increíblemente una nota periodística, al probar un conflicto de interés, le arrebató toda credibilidad al discurso presidencial poniendo en riesgo la continuidad del proyecto político que triunfó en las urnas en 2018 con 30 millones de sufragios. Ciertamente en los próximos semestres la secta fervorosa de chalequitos guinda seguirá reverenciando la figura de AMLO; no obstante, el mandatario dejará de ser un factor de unidad al interior de Morena. Y ese proceso acaba de comenzar justamente en Quintana Roo este fin de semana”.

“¿Se imagina usted en Puebla a Alejando Armenta respaldando la candidatura de Ignacio Mier a la gubernatura por Morena, o viceversa? O mejor aún, pensemos en la contienda presidencial: ¿a qué partido van a ir a parar Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard y hasta Fernández Noroña si la alianza PT-Morena favorece, como muchos dicen –tengo severas dudas–, a la señora Claudia Sheinbaum? Desde luego la esquina rota de la 4T será la gran ventaja comparativa de la oposición: bastión balcanizado es un bastión derrotado. Sin credibilidad en el discurso, con la decadencia acelerada de la figura presidencial y, para colmo de males, sin unidad institucionalizada en Morena: hoy López Obrador se encamina no precisamente a entregar la banda presidencial a un candidato opositor –aún no existen los elementos–, pero muy probablemente a un contendiente que no será ungido por Morena. Desde luego en política nada está dicho, y todo esto es una simple tendencia”.

Y, sin embargo, la proyección un año después mantiene su curso. ¿O dígame usted si la ruptura de la alianza Morena-PT-Verde en Coahuila, con Armando Guadiana por su lado y Manolo Jimenez por el otro, no confirma todo lo antes dicho?

El país entero, gracias a la cobertura mediática nacional, ha descubierto lo que en esta columna hace mucho quedó expuesto: Ignacio Mier Velazco, el líder de la bancada de Morena en San Lázaro, nunca terminó sus estudios universitarios. Desde luego el hecho no motiva ninguna vergüenza, excepto, quizá, porque la ficha curricular del Sistema de Infromación Legislativa de la secretaría de Gobernación siempre ha asegurado que Mier Velazco tiene grado de licenciatura. ¿Firmará las iniciativas y los documentos del Congreso como Lic. (Licenciado) o sólo como Aut. (Autodidacta)? ¿Incurrirá su actuación procesal en el delito de usurpación de funciones profesionales comprendido en el artículo 250 del Código Penal Federal o sólo estamos frente a un caso más de universidad trunca emancipada? ¿Qué pensarán de su “orgullo autodidacta” los padres de familia e incluso los estudiantes de Puebla que hacen un sobrado esfuerzo por conseguir un título profesional? Son simples preguntas…