De la pasión por la lectura a la cultura del podcast

Hemos visto pasar por ellos grandes epopeyas como la batalla de Troya y hasta una que otra teogonía. En pocas palabras, a través de la escritura nos hemos convertido en testigos de historias de vida y felicidad, de muerte y de tragedia.

Por medio de la escritura hemos penetrado el alma de William Shakespeare, de Gabriel García Márquez, de Jorge Ibargüengoitia, de Susan Sontag y Virginia Woolf. Hemos llegado a la cama con Boris Vian y despertado con Antón Chéjov. Hemos atravesado mares, cielos, montañas y visitado el espacio; hemos caminado en las estrellas y nos han seducido los lobos.

La escritura nos ha mostrado la grandeza y las vilezas del mundo, nos ha recordado que los pueblos sin memoria, que las sociedades ágrafas simplemente no viven. Sin embargo, el regreso de lo que parece engañosamente la nueva tendencia del podcast, recorre tramposamente los deseos humanos en esto de contar, leer y escuchar historias. Mis lecturas, al menos, están en vilo esperando que vuelva como un infiel amante atormentado a ellas. Y es que los podcasts, son simplemente otra manera de imaginar historias muy al estilo de las antiguas radio novelas.

Las historias orales son también nuestras afables compañeras, pero con la llegada de la televisión fueron perdiendo la batalla. La pregunta obligada sería porqué simplemente la historia oral no acaba de morir, cuando la cultura del cine, de la televisión y de la imagen predominan en el ocio mundial.

Mi respuesta es simple, escuchar y leer historias, nos permite dialogar con otros a través de nuestra imaginación, sin necesidad de la imposición visual de un tercero. Y por su puesto que este gusto nos ha acarreado uno que otro chascarrillo de la vida, como el ocurrido el 30 de octubre de 1938 a las nueve de la noche, cuando en pleno Halloween se transmitió una adaptación de “La Guerra de los Mundos“del escritor H.G. Wells.

El talentoso Orson Wells presentó el episodio que haría que las personas de las calles de Nueva York y Nueva Jersey entraran en pánico y provocaran una crisis a los servicios de emergencia. Esto en el período de entre guerras. El susto se lo llevaron los habitantes de la urbe más famosa de Estados Unidos, en plena recuperación económica por el Crack del 29 y la Gran Depresión.

Con el miedo, el caos y las noticias, aquéllos que no escucharon la advertencia de que lo que se dramatizaba por la radio era ficción, seguro que dejaron correr su imaginación como clavadista en la quebrada de Acapulco, de frente y sin freno.

Así que para los que disfrutamos soñar despiertos, imaginar que hay otros mundos, imaginar con que la tierra es un queso con gusanos como el buen Domenico Scandella, conocido como Menocchio, los podcast son una invitación para entrelazar lo que leemos con lo que escuchamos. Que vivan, pues, la tradición oral y la tradición escrita.