Por: Jaime Carrera
Luis Miguel Barbosa le entró al toro por los cuernos, a pesar de que
frente a él se encontraba un astado imponente y bravío, conformado
por miles de estudiantes hartos de
las injusticias y la ola de violencia que aqueja al estado.
Ante la presencia de las comunidades escolares, el jefe del
Ejecutivo estatal dio la cara e hizo frente a la manifestación estudiantil más grande en la historia de los movimientos universitarios en Puebla.
Los alaridos de la gente retumbaron en la zona fundacional de la
ciudad, allí, en Casa Aguayo, donde el mandatario dejó su despacho, salió a estrechar las manos de los universitarios y emitió un mensaje, no de poder sino de unidad.
Los estudiantes cercanos a las
vallas observaron a un gobernador que les ofreció trabajar coordinadamente, se solidarizó con sus
demandas y, sobre todo, llamó a la creación de una amalgama social.
Todos: mujeres, hombres, ciudadanía, sociedad.
"El problema de la delincuencia es un asunto de todos”,
argumentó tras asegurar que su administración no se está escondiendo y hará frente a las exigencias universitarias, de la mano de desmontar el sistema corrupto que permeó durante años.
En décadas, no se había visto un mar de jóvenes unidos por
una misma causa, pero tampoco a algún mandatario que incitara al diálogo en una manifestación. Ni Mario Marín, Rafael Moreno Valle o Antonio Gali lo hicieron.
“Voy a dialogar con ustedes y
vamos juntos a resolver los temas de seguridad. Es tema de gobierno y de sociedad, es tema de todos nosotros, nos toca la responsabilidad institucional, a la sociedad
le toca la parte que corresponde”, reafirmó.
Cero impunidad, fue el pacto. En Puebla habrá castigo para
quienes le arrebataron la vida a Ximena, José Antonio, Francisco Javier y Josué Emmanuel, dijo el gobernador en medio de una ola de gritos de justicia.