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10 de mayo

10 de mayo

Columnas lunes 10 de mayo de 2021 - 22:09

El día de las madres es el Summun Bonum del nacionalismo mexicano.

Nacionalismo y maternidad.

A la nación se le dice “madre patria”.

Los ciudadanos son los “hijos” de la “madre patria”.

La oportunidad para olvidar el pasado y reencontrarnos con la esencia del país.

El día de las madres congrega un mundo idealizado.

¡Que vengan los mariachis!

¡Llévelo, llévelo, el bonito regalo, la bolsa para la mamacita, el arreglo floral, llévelo, llévelo, para las reinitas del hogar!

¡Hoy el Himno nacional lo canta, Dennise de Kalafe!

¡Hoy nos olvidamos del Estado fallido! (Una disculpa de la H. redacción por ocupar la retórica del sexenio pasado).

No hay personaje más hermoso que el de una madre.

Aparece en escena Sara García, una Sara García remozada, joven y esbelta, estilizada después de ir al spa, con su laptop, dando unas palabras:

“Madre, sólo hay una.”

La maternidad como misión de vida.

La maternidad y su ontología.

La maternidad como estatua modélica.

Los políticos aprovechan la fecha.

Rescatan a sus madres de sus vidas privadas.

Las visibilizan para la foto.

Les regalan flores o las llevan a desayunar.

Les juran amor eterno y hasta les declaman poemas del Brindis del Bohemio.

La revolución será con las madres o no será.

De pronto, aparece Eugenia León cantando unas rolitas juangabrielescas.

Casi como un descubrimiento musical, Eugenia León homenajea a las madres del país.

Algunos televidentes se sienten en ese dominical retro del aprendizaje musical: “Siempre en Domingo” o mejor aún, “México, magia y encuentro”.

(Algún lector avezado pensará: ya entendí eso de la regeneración nacional.)

“Y aún hay más”.

Afuera del palacio nacional la protesta.

Las madres de desaparecidos exigen hablar con el Presidente.

En Puebla, aunque hay una gran iniciativa por romantizar a las madres en medio de la campaña electoral, las madres de desaparecidos poblanos ganan las calles y las redes.

Frente a la Fiscalía Estatal, las madres protestan la inacción gubernamental por sus hijos desaparecidos.

Se activan para impedir el olvido.

Para que no se deje de hablar de sus hijos desaparecidos.

¿Alguien habló de los feminicidios el día de la madre? ¿Conectó la devoción por las “cabecitas blancas” con el imaginario de violencia que sufren las mujeres? ¿Es el 10 de mayo un síntoma de legitimidad de algo más? ¿Por qué el consumo, el Estado, los políticos y las redes nos deben decir como querer a quienes queremos? ¿Por qué apropiarse de los afectos y codificarlos en su lenguaje privatizador y anti-comunitario? ¿Por qué los deseos deben transmitirse en likes y selfies chambonas?

**
En este mundo de percepciones clónicas, el 10 de mayo es el día de una afectividad monopolizada y descreída.

El consumo lo atraviesa todo. Por lo menos en las clases medias del wannabinismo.

(Materia prima para el ocio y la ilusión del ascenso social).

Solamente en ese día la ingratitud hijuna recuerda más o menos a la madre como centro existencial.

En el mundo de las masculinidades pedrosinfantescas, la madre es el centro planetario de un hijismo machin.

Una sociedad rocambolesca donde las mujeres carecían de un “cuarto propio”, como Woolf relató.

Hasta hace algunos años el destino manifiesto de cualquier recién nacida en este país era ser una mamá.

Ahí se condesaba destino y patriotismo.

“Reproducíos o pereced”, regla de una moral del hijismo machin que hace del ramo floral y la comilona la ofrenda reividicativa de la ilusio del 10 de mayo.

***
La pregunta ineludible para las jóvenes mujeres en cualquier cena o comida familiar: “¿y para cuándo los hijos?” O el deslizante: “Ya estás grandecita…¡eh!” “Queremos un nietecito”.

Nadie la preguntaba a la susodicha: “¿Y ya no te equivocas al hacer derivadas? ¿Ya escribiste una novela? ¿Ya leíste la Crítica de la Razón Pura? ¿Resolviste los problemas de Fermat?”

**
En estos días aciagos seguimos sin entender nada.

Las nuevas generaciones harán del 10 de mayo una celebración del futuro más que de la nostalgia (quizás, augurio de lunes por la tarde).

Y saldrán de la jaula de las fechas para festejar a sus seres queridos sin insistir en que hay una fecha especial para cada festejo.

En Alicia en el país de las maravillas, la versión disneylandesca, se celebraban los “no-cumpleaños”.

Traducción: cualquier día es celebratorio. No necesitamos un día especial. Mejor celebrar los “no-cumpleaños”.

Esa lógica del presente eterno nos quita la fijación en las fechas solemnes y las sacralizaciones, hoy ya desgastadas, de un diez de mayo nostálgico.

“O la maternidad será voluntaria, o no lo será”, corean las mujeres en las calles con su pañuelo verde.

¿Por qué no escuchar en las fiestas familiares sermones por el control natal y por la voluntad libre frente a la obligatoriedad moral de la familia?

“Hoy quiero dar unas palabras, un mensaje sobre la despolitización del 10 de mayo. Sobre su exceso de melcocha y de arrumacos”.

¿A quién no le gustan los arrumacos cuando los gatos ronronean? Pero ni la melcocha ni la dopamina requieren selfies o difusión en redes sociales.

“Hoy quiero decir que la clonación y la ingeniería genética cambiarán nuestras costumbres corporales”.

“Que Sara García también será un clon en esta sociedad o por lo menos un androide”.

¿Viviremos ya en una sociedad donde la maternidad sea sólo el privilegio de una clase social? ¿El lujo ecuménico de unos pocos?

¿Viviremos en una sociedad donde por medio de la ingeniería genética determinemos las características de los hijos?

¿Llegaremos a la fábrica de hijos para que la maternidad reproductiva sea una costumbre arcaica? ¿Miraremos a Sara García como la profetisa de estos días inmaculados?








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/CR

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