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¡Viva México!

¡Viva México!

Columnas martes 15 de septiembre de 2020 - 00:02

La Comala fantasmal se festeja con el grito patrio de septiembre.

Los vítores al prócer Hidalgo se confundirán con las consignas de “ni una más”.

El flancito que son las estrofas del himno nacional se entonarán como si fuera una aria caprichosa, o las estrofas de alguna canción de trova.

El nacionalismo no tiene fecha de caducidad.

Cada quien cree en la Patria que puede.

Si “Querida” de Juan Gabriel es más un poema patrio que “La suave Patria” de López Velarde se debe a que Ciudad Juárez fue una de las ciudades fronterizas que cimbró al país porque la otra cara de la patria es la de la violencia y la de las víctimas

Ondear la bandera o sentirse representados por el pasado glorioso de la Patria.

El cura Hidalgo como figura emblemática del nacionalismo. Los niños héroes en su ofrenda a la patria; los chiles en nogada, platillo para festejar al capitán trigarante Agustín de Iturbide.

A pesar del embate del neoliberalismo, el nacionalismo que fundó la identidad del país continúa vivito y coleando.

El nacionalista sigue sirviendo para anestesiar al inconforme, contener al aspirante a soñador global, vomitar contra el cosmopolitismo y amedrentar a quien siente extraño esa francachela de banderitas con tequilas, charros y adelitas que condensan el ethos del ajolote bartreano.

¿Hay una vacuna para escapar de la Patria y sus vasos tequileros?

La región más transparente dejó de serla desde hace algunos años y todo los que nos queda es la nostalgia por algún pasado liberal.

La realidad nos tomó por sorpresa.

Los antibióticos para el nacionalismo ilustrado son la diversidad de culturas y los sueños cosmopolitas.

El gran pasón nacionalista nos ha llegado inducido con las promesas de un cambio profundo, de que en unos años todo mejoraría y que los abrazos son la receta para cambiar a este país.

Pero ahí quedan las ausencias.

Los desaparecidos y las desaparecidas. Las mujeres indignadas. La palabra profética de que todo sigue igual porque seguimos siendo los mismos y que las elecciones son solamente un choú para el recambio del poder: una mala serie de televisión con las mismas caras solo que en papeles distintos.

La Patria sigue siendo esa Patria futbolera que goleaban en el Mundial de Argentina 1978. O que llegaba a las semifinales y perdía en penales cuando el niño de Oro metía la pata, pero no el gol.

Patriotas del mundo uníos. La multitud de la Patria llenará, a su modo, las plazas.

No le tiene miedo al destino. Aunque huya de los pueblos, rancherías y colonias para chambear en Dallas, o en Passaic, y pintarse una franja tricolor en la cara, mientras se repite el grito de Dolores como el disco rayado de esa Comala a la que se llega en combi porque no hay tren rápido ni metrobús.



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/CR

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