Los sistemas democráticos en todo el mundo, no sólo en México y en Latinoamérica, enfrentan una crisis política por las decepciones, principalmente económicas, heredadas en los últimos 30 o 40 años por regímenes que no lograron satisfacer demandas sociales.
Sin embargo, el voto como instrumento de la vida democrática —que no la define en su totalidad— resulta indispensable en diferentes vertientes, para empezar, dentro de la esfera de la política.
Si hay algo que empodera a la ciudadanía es justamente el sufragio.
En cualquier sentido, representa la oportunidad de definir el proyecto de gobierno para la ciudad, el estado y el país; concede a la gente el ejercicio de un derecho consagrado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
La idea de acudir a las urnas y anular la boleta es, al mismo tiempo, otra forma de decisión política. Es una protesta pacífica, la voz en alto de una persona inconforme con la situación nacional, contra un gobernante o una fuerza política.
Aunque, más allá de la razón, implica igualmente el derecho de darle el sentido que la gente quiera, ya que nada obliga a alguien a marcar con la cruz a una de las personalidades en competencia.
Hay un sinnúmero de opciones de las y los ciudadanos frente a su boleta y, en cualquier caso, la decisión fortaleza el espíritu de la democracia, que a su vez garantiza en cierta medida un sistema de libertades.
Aquí llega la pregunta central de esta entrega: ¿Para qué sirve mi voto?
Indiscutiblemente, como se ha dicho, es un mecanismo que confirma las libertades políticas, que reconoce a la ciudadanía como poseedora de la soberanía —claro, alejada de esa idea viciada proveniente del discurso populista— y, finalmente, legitima la decisión pública del proyecto de gobierno.
En un segundo plano, quizá más cotidiano, el ejercicio del voto nos permite no sólo decidir quiénes asumen determinados cargos públicos, a quiénes vamos a conceder la potestad de encargarse del poder político y de la administración pública.
Eso es trascendental en la vida diaria por la simple razón de que, mientras un proyecto puede ofrecer un sistema de transporte terrestre, otro podría sugerir uno subterráneo y, tomar la decisión de cuál votar significa que elegimos entre el primero o el segundo con lo que eso representa en un sistema de movilidad.
Define si queremos un gobierno a favor de los espacios verdes, con un plan específico o uno que priorice los espacios públicos de convivencia o la peatonalización, por ejemplo, en el Centro Histórico.
El voto como hemos visto posee esas dos dimensiones, la política muchas veces desapercibida por la ciudadanía de a pie, y la cotidiana que entrega a las personas la decisión de elegir por una propuesta que otorgue sentido a su vida en el día a día, con pequeñas y grandes acciones.
Así que sí saldré a votar el próximo domingo 2 de junio; nadie debe perderse la oportunidad, sin importar por quién emita su sufragio, incluso aún si ha decidido anularlo.
La abstención, si bien es válida, mayoritariamente se asocia a un sentimiento de apatía que finalmente no genera una real repercusión política.
CAJA NEGRA
Este miércoles cierran las campañas, desde la contienda por la presidencia de México hasta la de los municipios de la entidad, en el caso específicamente local, luego de 60 días intensos.
Lo más importante de este proceso es que existieron propuestas de todas las fuerzas políticas y, aunque en algunos casos quedaron cortos en la explicación de cómo lo van a lograr, permitió que la gente identificar cada uno de los proyectos en juego.
Las dos grandes coaliciones y el partido político que compiten tuvieron su oportunidad de convencer a la gente y eso se verá reflejado en las urnas con la decisión de la ciudadanía. ¡Salgan a votar!